“No estudio, mi trabajo es cosechar minerales”, dice un niño congoleño. Entre los muchos componentes de un teléfono, hay cobalto, un metal recolectado masivamente en minas de la República Democrática del Congo donde el trabajo infantil continúa. Por esta razón, la producción excesiva de teléfonos móviles está estrechamente relacionada con las condiciones de trabajo excesivas de estos niños explotados. A esto se suman las consecuencias negativas que pesan sobre el medio ambiente. De hecho, los componentes de un teléfono son difíciles de reciclar. Consciente de este hecho, Adrien Montagut-Romans cofundó la cooperativa Commown en 2018, centrada en la economía de uso. Por su parte, Fairphone es una empresa holandesa creada en 2013 y ya ha vendido más de 160,000 dispositivos.
Un teléfono desmontable
La ventaja de Fairphone es que es completamente removible. Este atributo permite que sea reciclado de manera más simple, pero también que tenga una esperanza de vida más larga. De hecho, el usuario puede reparar rápidamente el teléfono extrayendo las partes defectuosas para reemplazarlas por otras nuevas.
Adrien Montagut-Romans recuerda que “la mejor manera de limitar su impacto es no tener un teléfono inteligente en absoluto”. Para limitar este consumo, Commown propone alquilar el Fairphone para aumentar su duración de uso. “Si no salimos de este sistema de ventas, vamos a la pared”, dice. El 88% de los franceses cambian su teléfono móvil incluso si todavía funciona.