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2 de agosto de 2025¿Por qué la extrema derecha está ganando la guerra cultural entre los jóvenes en España? Y lo que tú puedes hacer al respecto

Una batalla que se libra en TikTok… y se pierde en las aulas
Se comenta cada vez más —aunque todavía con la boca pequeña— que la extrema derecha ha encontrado en los jóvenes un terreno fértil. No es casualidad. Mientras muchos partidos progresistas siguen apelando a discursos formales, de despacho, Vox y otras fuerzas afines han aprendido a hablar “en su idioma”. Memes, clips de 30 segundos, estética rompedora. Lo que antes parecía terreno exclusivo del progresismo cultural, ahora empieza a teñirse de rojigualda.
Y no son pocos los que lo ven venir con inquietud. Porque ya no se trata de grandes mítines ni programas políticos. Es una batalla de símbolos, de emociones, de marcos mentales. Y, sobre todo, de ocupar espacio. La extrema derecha lo está haciendo. Los demás, por momentos, parecen llegar tarde.
¿Qué atrae tanto a la juventud?
Hay algo que conviene decir alto y claro: el relato conservador ha sabido adaptarse. Habla de libertad —aunque la suya venga con asteriscos—, de patria, de seguridad, de “sentido común”. Y lo hace sin pedir permiso, con una soltura que descoloca. Frente a eso, los discursos progresistas parecen a menudo académicos, culpabilizadores, llenos de matices que no caben en un reel de Instagram.
Además, en una época de crisis climática, alquileres imposibles y futuro incierto, parte de la juventud busca certezas, pertenencia. La ultraderecha se las ofrece. En bandeja. Aunque sean falsas.
Mientras tanto, en los institutos se evita el tema. En casa, se da por hecho que “eso no pasa en mi familia”. Error. La guerra cultural no avisa: entra por el móvil, por los vídeos virales, por un youtuber carismático. Y cala.
¿Qué podemos hacer cada uno para revertirlo?
Aquí viene la parte incómoda. Porque sí, hay que señalar a los partidos, a los medios, a las plataformas. Pero también toca mirarse al espejo. La guerra cultural se juega en lo cotidiano: en una conversación con tu primo adolescente, en el grupo de WhatsApp de clase, en lo que decides compartir —o no— en tus redes.
No hace falta ser activista a tiempo completo. Pero sí hace falta estar. Contestar con datos cuando surgen bulos. Reivindicar la empatía frente al odio. Proteger espacios seguros donde las ideas puedan debatirse sin miedo. Escuchar más, señalar menos. Porque, aunque suene a tópico, lo personal es político. Y más aún cuando el terreno de juego es la cultura popular.
Reflexión final
La extrema derecha está ganando terreno entre los jóvenes porque ha entendido cómo hablarles. Y lo está haciendo con fuerza, sin complejos. Pero esto no es irreversible. Cada gesto cuenta, cada voz suma. Si de verdad preocupa el rumbo que está tomando la conversación pública, toca involucrarse. No desde el dogma, sino desde la cercanía.
¿Y tú? ¿Estás dispuesto a plantar cara? La guerra cultural no espera. Y ya va siendo hora de que más de uno se ponga las pilas.