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¿Un militar al frente del cambio?
Ibrahim Traoré no es precisamente un nombre habitual en las portadas de los grandes diarios europeos. Y, sin embargo, en África —concretamente en Burkina Faso— su figura despierta simpatía, respeto… y también debate. A sus 36 años, este capitán del ejército burkinés se ha convertido en presidente de transición tras un golpe de Estado en 2022 que, si bien fue recibido con recelo desde fuera, muchos dentro lo vieron como una bocanada de aire fresco.
No son pocos los que piensan que Traoré está rompiendo con décadas de sumisión a potencias extranjeras, especialmente Francia. ¿Cómo? Nacionalizando recursos, fortaleciendo alianzas alternativas (como con Rusia o Turquía) y recuperando la narrativa de soberanía que tanto se echaba en falta en los discursos oficiales del país.
Recursos para el pueblo, no para las multinacionales
Burkina Faso es rico. Rico en oro, manganeso y otros minerales codiciados por los grandes del mundo. Pero, durante años, esa riqueza no se ha traducido en bienestar para su población. ¿El motivo? Contratos opacos, explotaciones extranjeras, y una élite local que, según denuncian muchos burkineses, ha vivido de espaldas a su gente.
Desde que Traoré asumió el poder, se han revisado concesiones mineras, cancelado acuerdos lesivos y se ha empezado a hablar —en serio— de que el oro debe servir para construir escuelas, hospitales y caminos, no para engrosar cuentas en paraísos fiscales.
Hay quien lo tilda de populista. Otros lo llaman patriota. Lo cierto es que, por primera vez en mucho tiempo, la narrativa en Burkina Faso no está escrita desde París o Washington, sino desde Uagadugú. Y eso, en sí mismo, ya es un giro de guion.
Un discurso que cala… aunque moleste
Se comenta en redes africanas que Traoré habla como uno más, que no tiene miedo de señalar a las antiguas metrópolis, ni de pedir a su pueblo que resista. No vende humo: habla de trabajo duro, de reconstrucción, de asumir responsabilidades. Y, sorprendentemente, la gente lo percibe como honesto.
Ahora bien, no todo es idílico. Hay informes preocupantes sobre derechos humanos, libertad de prensa y gestión de la inseguridad. El Sahel sigue siendo una región sacudida por el yihadismo, y nadie tiene la varita mágica. Pero incluso sus detractores reconocen que algo está cambiando. Y rápido.
¿Un modelo para otros países africanos?
La pregunta flota en el aire: ¿es Ibrahim Traoré un fenómeno pasajero o el principio de una nueva generación de líderes africanos con visión soberanista? Lo cierto es que en países como Malí o Níger ya se ven movimientos similares. Y la juventud africana, cansada de promesas vacías, empieza a mirar con atención.
¿Y Europa? Pues, por ahora, observa con incomodidad. Porque cuando África decide pensar por sí misma, saltan chispas.
Conclusión:
¿Es Traoré el líder que Burkina Faso necesitaba? ¿O es solo una etapa más en un ciclo eterno de rupturas y esperanzas? Cada quien tiene su versión. Lo interesante es que, por fin, se está hablando del Sahel no solo en clave de conflicto, sino también de dignidad y recursos. Y eso, guste o no, es mérito suyo. ¿Tú qué opinas? ¿Estamos ante un cambio real o una ilusión bien contada?