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A muchos les ha pasado: abrir el buzón y encontrar un sobre con membrete oficial. Dentro, una sanción por exceso de velocidad, aparcamiento indebido o cualquier otra infracción. El primer impulso suele ser de indignación. “¿Pero si yo no estaba ahí?”, se dice más de uno. Otros, resignados, asumen que no hay nada que hacer. Y ahí está el error: siempre hay opciones, aunque no todas funcionen para todos los casos.
Antes de pagar, revisar
Se comenta que lo más rápido es pagar con el descuento del 50 % por pronto pago. Y sí, es cierto: en 20 días naturales desde la notificación, Hacienda está encantada de recibir ese ingreso reducido. Pero ojo, esa vía implica renunciar a presentar alegaciones. Por eso, si existe la mínima duda sobre la multa —error en la matrícula, fecha incorrecta, señal mal colocada— conviene leer el documento de arriba a abajo.
No son pocos los que piensan que recurrir es perder el tiempo. Sin embargo, la ley permite presentar un recurso de reposición o alegaciones dentro de ese mismo plazo inicial. En ese escrito hay que explicar por qué la sanción no procede, aportando pruebas: fotos, informes, testigos… Cuanto más claro y documentado, mejor.
El recurso y sus plazos
El proceso tiene sus tiempos, y conviene no confundirlos. Los primeros 20 días son clave: ahí se decide si se paga con descuento o se inicia la reclamación. Si la administración rechaza el recurso, queda la opción del procedimiento contencioso-administrativo, que ya implica abogados y costes mayores. Ahí cada uno debe valorar si merece la pena seguir.
La gente lo percibe así: el sistema está diseñado para que el ciudadano desista pronto. Y quizá no les falte razón. Aun así, hay victorias. Conductores que, tras meses de papeleo, consiguen que les anulen la sanción por defectos formales o falta de pruebas. No sale en los telediarios, pero pasa.
Un consejo final
Recibir una multa no siempre es el fin de la historia. La clave está en actuar rápido, conocer los plazos y, sobre todo, no dejarse llevar por la precipitación. Pagar sin mirar es cómodo, sí, pero puede salir caro si la sanción era injusta. En un país donde las cámaras y radares parecen multiplicarse por semanas, conviene tener claro cómo moverse en este terreno.
En definitiva: información, prudencia y, cuando haga falta, un buen recurso por escrito. Porque en esto, como en tantas otras cosas, quien no pelea… pierde por adelantado.