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No son pocos los que, en los círculos progresistas, susurran con cierta incomodidad. El último movimiento de Sumar –esa alianza que nació para ser el pegamento de las izquierdas– ha dejado un regusto agridulce entre sus votantes más fieles. La decisión de abstenerse en la votación clave de la ley de vivienda, bajo el argumento de «no desestabilizar al Gobierno», ha abierto una grieta. La gente lo percibe así: como un paso atrás.
Y el problema no es solo táctica política. Es relato. Mientras las bases esperaban gestos contundentes contra los fondos buitre o una reforma fiscal audaz, lo que llega son concesiones que, para muchos, huelen a vieja política. «¿Dónde quedó el discurso de ruptura?», se preguntan en asambleas vecinales y redes sociales. El hashtag #SumarSeDesdice ha empezado a circular, tímido pero significativo.
El dilema de Yolanda Díaz: gobernar o transformar
Aquí está el meollo del asunto. Yolanda Díaz, líder visible del proyecto, camina sobre la cuerda floja. Por un lado, la presión de mantener la coalición con un PSOE que, letra pequeña mediante, sigue flirteando con el neoliberalismo. Por otro, la exigencia de su electorado, que votó esperando cambios radicales. La vicepresidenta lo sabe: si pierde el pulso con las calles, el desencanto puede ser letal.
Se comenta en los pasillos del Congreso que hay dos facciones dentro de Sumar. Los «pragmáticos», que apuestan por negociar migajas con la esperanza de ganar peso a largo plazo, y los «irreductibles», que reclaman volver a las trincheras. La tensión es palpable. Basta ver las declaraciones de diputados como Íñigo Errejón, defendiendo «no confundir moderación con rendición», frente a otros que piden «no quemar naves».
La izquierda que mira a Francia (y se enroja)
Mientras en Francia la NUPES (la alianza de izquierdas gala) planta cara a Macron con huelgas masivas y movilizaciones, aquí algunos comparan y se sonrojan. «Nos falta músculo», admitió una dirigente de Podemos en privado. El riesgo es claro: si Sumar se diluye en la ambigüedad, el espacio progresista podría fracturarse. Ya hay coletazos. El 15M fue hace una década, pero su espíritu sigue vivo en muchos que hoy sienten que la política institucional les falla.
Las próximas semanas serán clave. La reforma laboral, la ley de eutanasia y la prometida subida de impuestos a las grandes fortunas pondrán a prueba si Sumar es realmente un proyecto transformador o un actor más del teatro político. La calle, esa que siempre termina dictando sentencia, está atenta.
¿Qué opinas? ¿Sumar debe priorizar la gobernabilidad o la coherencia?
El debate está servido. Algunos dirán que la política es el arte de lo posible. Otros, que sin principios no hay victoria que valga. Tú, ¿de qué lado estás? Comparte tu opinión o etiqueta a quien creas que debería leer esto. La izquierda, al fin y al cabo, se construye entre todos. O eso dicen.