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Estaba el otro día viendo las noticias, con ese runrún de tensiones entre potencias y conflictos que no acaban, y me dio por pensar: ¿esto no lo hemos vivido antes? La historia tiene un aire de déjà vu que asusta. Guerras, desigualdades, líderes que suben al poder con discursos que suenan a gloria pero esconden trampas… Se comenta por ahí que deberíamos haber aprendido algo, pero, la verdad, parece que vamos a trompicones.
No es que sea un experto, pero da la impresión de que el siglo XX nos dejó lecciones que no terminamos de digerir. Las crisis económicas, los populismos, esa manía de buscar culpables en vez de soluciones… ¿No suena a lo que pasó con el auge de los totalitarismos? Y la gente lo percibe así: cuando las cosas se ponen feas, nos agarramos a quien promete un salvavidas, aunque luego resulte ser un ancla.
¿Qué nos frena?
¿Por qué seguimos en este carrusel? Bueno, no soy psicólogo, pero creo que tiene que ver con que cambiar da pereza. Somos como niños que no quieren hacer los deberes: sabemos que toca, pero siempre hay una excusa. Los jóvenes de ahora no vivieron las dictaduras ni la Guerra Fría, y eso a veces hace que el pasado se sienta lejano, como una peli en blanco y negro. Y luego está lo de las redes, que en vez de unirnos, nos meten en jaulas donde solo oímos lo que ya pensamos. Polarización total.
Además, no nos engañemos: a los que mandan les viene bien esto. El poder tiende a repetir recetas, y si el colonialismo dejó cicatrices, algunos prefieren rascarlas en vez de curarlas. Y nosotros, ¿qué hacemos? A veces da la sensación de que nos conformamos con quejarnos desde el sofá, esperando que otro mueva el avispero. No sé, quizás falta más coraje colectivo.
¿Hay salida o es ilusionarse?
Dicho esto, no todo es negro. Hay movimientos que luchan, avances en derechos, acuerdos internacionales que, aunque chirríen, intentan poner orden. Pero el precio de no aprender del pasado pega fuerte. Mira el cambio climático: llevamos décadas viendo señales y aún vamos a medio gas. Si seguimos así, el futuro podría ser un reflejo torcido de nuestras peores épocas.
Al final, me pregunto si el cambio depende de que despertemos de una vez. ¿Será cosa de una generación que diga “basta” o seguiremos mirando para otro lado hasta que nos pille el toro? Yo creo que empieza cuando dejamos de tragarnos excusas baratas. ¿Y tú qué piensas? ¿Podemos romper este ciclo o es pura fantasía? Déjame tu opinión, que esto da para hablar largo.