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25 de julio de 2025El “califa rojo” que hablaba claro
Han pasado ya varios años desde que Julio Anguita nos dejó, y sin embargo, su figura sigue viva en muchas conversaciones. En charlas políticas, sí, pero también en barras de bar, aulas universitarias e incluso en redes sociales, donde algunos jóvenes —que ni siquiera vivieron sus discursos en directo— lo redescubren con una mezcla de sorpresa y admiración. Y es que Anguita era de los que no dejaban indiferente. O se le quería, o se le discutía… pero escucharlo, se le escuchaba.
Aquel “califa rojo”, como lo apodaron en Córdoba, donde fue alcalde antes de dar el salto a la política nacional, marcó una época en la izquierda española. No por su capacidad de adaptarse, sino más bien por lo contrario: por su empeño en mantenerse fiel a sus ideas, incluso cuando eso le costaba aplausos. “Programa, programa, programa”, repetía. Con tozudez, con convicción. Una frase que ya es casi una muletilla para quienes reclaman coherencia en un mundo político que a veces parece girar solo al ritmo de las encuestas.
Entre la utopía y la dignidad
No son pocos los que piensan que Anguita fue un adelantado a su tiempo. Otros, en cambio, lo tildaban de rígido, incluso de moralista. Pero nadie duda de su honestidad, esa que a día de hoy escasea, o al menos cuesta encontrar en la primera fila del Congreso. Su concepto de la política como servicio público, alejada del espectáculo y las redes sociales, hoy suena a ciencia ficción. Y, sin embargo, hay quienes siguen buscándolo como referente. Algo dirá eso, ¿no?
Su etapa al frente de Izquierda Unida fue, sin duda, la más sólida del espacio a la izquierda del PSOE. Con sus luces y sus sombras, claro. Se comenta que su distanciamiento con el partido socialista fue más profundo de lo que muchos creen, incluso estratégico. Pero también hay quien sostiene que si alguien supo marcar perfil propio sin caer en el populismo, ese fue Anguita.
¿Y su legado, dónde está?
Buena pregunta. Porque su legado no es solo ideológico, también es ético. La política con principios, sin postureo, sin frases vacías. Hoy, en un panorama donde los bloques están cada vez más polarizados y los matices casi han desaparecido, su figura reaparece como ese abuelo sabio al que se le echa de menos cuando las cosas se tuercen.
Quizá por eso, cada vez que hay una crisis interna en la izquierda, alguien acaba citándolo. A veces con nostalgia, otras con resignación. Pero siempre con respeto.
Conclusión: ¿fue Anguita el último político coherente?
Puede sonar a exageración, pero muchos lo piensan. Al menos, fue de los últimos que dijeron lo mismo en campaña que en el Congreso. Que no cambiaban el discurso según soplase el viento. ¿Idealista? Puede. ¿Demasiado rígido? También. Pero íntegro, sin duda.
Y eso, hoy por hoy, vale oro.
¿Tú qué opinas? ¿Crees que falta gente como Anguita en la política española actual? Déjalo en comentarios o suéltalo donde quieras, que el debate está servido.