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19 de agosto de 2025La crisis climática muta en los campos: los «conejos Frankenstein» son solo el síntoma de un modelo depredador

Cuando la naturaleza devuelve el golpe
No son criaturas de una película de terror, pero podrían serlo. Los conejos de cola de algodón infectados por el virus del papiloma de Shope —con sus tumores negros como cuernos retorcidos— parecen salidos de un relato distópico. Sin embargo, su aparición en Colorado no es casualidad. Es el resultado de un cóctel explosivo: cambio climático, pérdida de biodiversidad y un sistema que prioriza el beneficio sobre el equilibrio ecológico.
Mientras la ultraderecha norteamericana niega el calentamiento global y recorta fondos para la conservación, la naturaleza responde con imágenes que deberían sacudir conciencias. «Pensé que moriría en invierno, pero no», relata una vecina de Fort Collins. Tampoco lo hará el problema de fondo.
El virus que revela una crisis más profunda
El Shope no es nuevo —se identificó en los años 30—, pero su expansión está directamente ligada a dos factores:
- Veranos más largos y cálidos: Las pulgas y garrapatas, vectores del virus, proliferan con el aumento de temperaturas. Colorado vive olas de calor récord, y los insectos no necesitan pasaporte para avanzar.
- Erosión de los ecosistemas: La urbanización masiva y los monocultivos industriales han reducido los depredadores naturales de estos parásitos (aves, reptiles). Sin barreras, el ciclo se acelera.
Pero hay un tercer elemento, menos visible: la desidia política. Estados Unidos sigue sin un plan serio de transición ecológica, mientras subsidia a las petroleras que alimentan esta crisis.
Salud pública y desigualdad: quién paga el pato
Los conejos infectados son un aviso. El CRPV no afecta a humanos, pero otros virus zoonóticos —como el COVID— ya demostraron lo que ocurre cuando ignoramos las señales. Y, como siempre, los más vulnerables llevarán la peor parte:
- Comunidades rurales: Las zonas empobrecidas, con menos acceso a sanitarios y controles epidemiológicos, son las primeras en sufrir estos brotes.
- Trabajadores agrícolas: Muchos son migrantes sin seguro médico que lidian diariamente con plagas y pesticidas.
Mientras, las farmacéuticas frotan las manos. Moderna ya investiga una vacuna contra el Shope… para proteger a los conejos de granjas industriales, no a los silvestres. El capitalismo, una vez más, convierte la crisis en negocio.
Una advertencia en forma de cuerno negro
Estos «conejos Frankenstein» son la metáfora perfecta de un modelo que muta la naturaleza hasta lo grotesco. La solución no es matar al mensajero —las autoridades ya advierten: «no los toquen»— sino atajar las causas:
- Frenar el calentamiento global con políticas audaces, no con greenwashing.
- Proteger los ecosistemas, no urbanizar hasta la última hectárea.
- Priorizar la salud colectiva sobre los intereses de las corporaciones.
La izquierda debe gritarlo alto: esto no es ciencia ficción. Es el resultado de décadas de neoliberalismo salvaje. Y si no actuamos, la próxima mutación podría ser aún más letal.
¿Hasta cuándo esperaremos para reaccionar? La foto de esos conejos debería estar en cada escaño del Congreso estadounidense.
Virus creating mutant rabbits — like something out of ‘The Last of Us’ https://t.co/8yU4bHIWET pic.twitter.com/75FnUEIxZq
— New York Post (@nypost) August 12, 2025