
¿Estamos condenados a repetir los errores del pasado?
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27 de julio de 2025Se oye en muchas casas. En sobremesas con mantel de hule y café recalentado: “Bueno, mientras haya trabajo, aunque sea de lo que sea…”. Lo dicen padres, lo repiten hijos, y al final cala. Pero, ¿y si ese “de lo que sea” no es una solución, sino el síntoma de un problema más profundo?
Hoy en día, hablar de estabilidad laboral es casi tabú. El mercado se ha llenado de empleos temporales, por horas, por proyectos, por plataformas. La palabra “flexibilidad” suena moderna, casi positiva. Pero debajo, muchas veces, hay incertidumbre, ansiedad y sueldos que no dan para vivir, solo para sobrevivir.
Vivir al día, incluso con trabajo
Lo paradójico es que hay gente con dos o tres empleos que no llega a fin de mes. Antes se decía que el trabajo dignifica. Ahora, en muchos casos, el trabajo agota… y poco más. La clase media —esa que sostuvo durante años el tejido económico— se ve arrinconada entre la inflación, los alquileres imposibles y la falta de seguridad.
Y mientras, se nos sigue vendiendo la idea de que el problema es la actitud: que si no tienes éxito es porque no te esfuerzas, que si no progresas es porque no sabes “venderte”. Una especie de autoayuda laboral que, en el fondo, solo sirve para esconder el desequilibrio.
Jóvenes con currículum brillante y sueldos de becario
Lo más sangrante lo viven muchos jóvenes. Con carreras, másteres, idiomas y experiencia en prácticas… pero cobrando 900 euros en una ciudad donde el alquiler no baja de mil. Se les dice que sean “versátiles”, que se adapten. Pero adaptar no es lo mismo que aceptar cualquier cosa sin rechistar.
Y claro, luego vienen los discursos de “los jóvenes no quieren trabajar” o “quieren todo hecho”. Cuando la realidad es que hay quienes lo intentan todo, pero el sistema está montado para que no se pueda construir un futuro con dignidad si todo es temporal, inestable y mal pagado.
Una economía que no cuida a quien la sostiene
Porque esto no va solo de salarios. Va de salud mental, de proyectos de vida, de familias que no pueden planear nada más allá del mes siguiente. La clase media no se ha empobrecido de golpe. Se ha ido deshilachando, poco a poco, trabajo a trabajo, contrato a contrato. Hasta que un día, sin saber cómo, te encuentras con 38 años, tres jefes distintos al mes, y sin vacaciones pagadas.
¿Conclusión? Va siendo hora de cambiar el relato
No se trata de que todo el mundo tenga un contrato fijo de por vida, pero sí de exigir que trabajar no sea sinónimo de precariedad. Que ganarse la vida no suponga perderla en el intento.
Y tú, ¿cuántas veces has dicho “de lo que sea” sin pensarlo dos veces? ¿No crees que ya va siendo hora de preguntarse por qué lo hemos normalizado?
Comparte este artículo si tú también estás harto de que te vendan como “libertad” lo que en realidad es pura supervivencia. Porque esto, al final, nos toca a todos.