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No se debe tomar alcohol con antibióticos: ¿mito o realidad?

Parecía que nunca iba a llegar este momento, pero por fin las vacunas contra el coronavirus empiezan a administrarse. En un año cargado de surrealismos, la vacuna no podía venir exenta de ellos. Por eso, William Shakespeare ha sido la segunda persona en recibir fuera de un ensayo clínico la de Pfizer. En cuanto a la Sputnik V, Rusia ha experimentado una caída en el número de personas dispuestas a recibirla, después de que sus desarrolladores avisaran que no se debía mezclar con alcohol.

Y es que, fuera de algunas excepciones, hay una creencia popular muy arraigada en el imaginario colectivo de que la ingesta de bebidas alcohólicas combinada con antibióticos es contraproducente. Hay gente que asume que el alcohol impide que los antibióticos funcionen apropiadamente o piensan que causan efectos secundarios. Cuando los empleados de una clínica genitourinaria londinense encuestaron a más de 300 pacientes, encontraron que el 81% creían lo primero y 71% lo segundo. En el caso de la mayoría de los antibióticos, ninguna de esas suposiciones es cierta.

El nacimiento de un mito

Para conocer el origen del mito dentro del mito debemos viajar hasta la Segunda Guerra Mundial. Hacía poco más de una década que Alexander Fleming había descubierto la penicilina y esta empezaba ya a usarse para frenar multitud de infecciones entre las tropas.

Una de las primeras personas en introducir este antibiótico en los hospitales militares fue el cirujano irlandés Sir Ian Fraser. Y es también el protagonista de una de las historias que dieron lugar a la cadena de mitos detrás del alcohol y los antibióticos.

Cuenta la historia que, en aquella época, la producción a gran escala de antibióticos no era muy eficiente. Por eso, se solía reutilizar la penicilina de la orina de los soldados. Pero claro, si estos bebían mucha cerveza, orinaban más y era complicado “pescar” el antibiótico.  ¿Y cuál era la solución? Pues una mentirijilla piadosa. Si se les decía que al beber cerveza el antibiótico no les haría efecto, muchos preferían vivir sin beber a soportar que se infectaran sus heridas. Problema solucionado. Pero aún había otro tema que resolver, pues las heridas infectadas no eran las únicas que se trataban con penicilina. Además, este era el tratamiento de muchas infecciones de transmisión sexual.

Estas solían proliferar entre los soldados después de que se tomaran momentos de asueto fuera del campo de batalla y se estaban convirtiendo en una plaga. Curar a los infectados era importante, pero también evitar que siguieran expandiéndose. Por eso, se recurrió a otra mentira, asegurando que si bebían alcohol la penicilina no les haría efecto. De este modo, se evitaba que pudieran acabar dejándose llevar por sus instintos bajo el calor de la borrachera.

Calma, que existen excepciones

La cefalosporina cefotetan y cefalosporina ceftriaxona hacen que el cuerpo procese el alcohol más lentamente, lo que aumenta los niveles de una sustancia llamada acetaldehído. Eso puede provocar varios síntomas desagradables como nausea, vómito, enrojecimiento facial, dolor de cabeza, dificultad para respirar y dolores en el pecho.

Otro tipo de antibiótico que viene con una advertencia específica de no mezclarlo con alcohol es metronidazol. Se usa para tratar infecciones dentales, úlceras infectadas en las piernas y rozaduras por presión. Y se piensa que provoca la misma lista de síntomas que las de las cefalosporinas.

La verdad dentro de la “mentirijilla”

Una razón por la que no debemos beber alcohol mientras tomamos antibiótico es el efecto Antabus, que se caracteriza por síntomas como dolor de cabeza, sudoración, taquicardia, vómitos y a veces vértigo, hipotensión arterial y síncope.

Todos estos son efectos que se dan sobre todo en bebedores crónicos. En su caso, por lo general los antibióticos les harán “menos efecto” y esto puede ser malo tanto por no tratarse correctamente la infección como por la posibilidad de que aparezcan resistencias.

Puede que pensemos que por una copita no nos va a pasar nada, y posiblemente no pase. Pero en estos casos es mejor prevenir que curar. Por eso, si tomas antibiótico, es el momento de demostrar que también puedes pasarlo bien sin beber.

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